Nicotina de madrugada.
Me lloriqueaban los ojos y tenía las manos entumecidas por el frío, pero aun así me negué a tirar el cigarro a medio acabar que sujetaba entre los dedos. Aparté un mechón de pelo color ceniza que se había colocado entre mis labios y miré la calle. Estaba deshabitada y fría. Nadie quería recorrerla a estas horas de la madrugada pero yo necesitaba despedirme de ella y sobre todo estar sola.
Me lloriqueaban los ojos y tenía las manos entumecidas por el frío, pero aun así me negué a tirar el cigarro a medio acabar que sujetaba entre los dedos. Aparté un mechón de pelo color ceniza que se había colocado entre mis labios y miré la calle. Estaba deshabitada y fría. Nadie quería recorrerla a estas horas de la madrugada pero yo necesitaba despedirme de ella y sobre todo estar sola.
El frío
era tan intenso que bloqueaba cualquier otro pensamiento que no fuera; “Que
puto frío hace aquí fuera”.
-¿Tampoco
puedes dormir?
La voz
de Gael me sorprendió detrás de mí y me
sentí alegre durante unos pequeños instantes que no duraron demasiado.
Lo escruté con la mirada mientras se encendía un
cigarro – la nicotina acechaba mi familia desde hacía mucho tiempo-y se acercaba a paso lento.
-¿Qué haces
aquí?- pregunté osca.
Conteniendo
mis temblorosas manos y el corazón acelerado.
-Lo
mismo que tu- levantó el cigarro mientras echaba el humo por la boca y sonreía.
-Puedes
apostar a que no- dije irónica.
Volví a
posar la mirada en un punto muerto.
-No seas
así conmigo.
-¿Cómo quieres
que sea?
-Ya he
dicho que lo siento.
Lo miré
y había perdido la sonrisa.
Llevaba la misma cazadora de cuero negro de
todos los años, aun desgastada y rota no dejaba de ponérsela ningún invierno
desde que se la compró- con los ahorros de un verano de trabajo- y el casco de la moto le colgaba del brazo.
Tenía el mismo aspecto que siempre excepto por las ojeras que rodeaban sus
ojos.
Suspiré
cansada de esta situación.
-No es a
mí a quien tienes que pedirle perdón.
-No
puedo.
Sentí
como la rabia crecía en mi interior y me rasgaba la garganta intentando salir.
-¿Qué cojones
no puedes?- chillé -¿Ir a ver a Keila? ¿Saludarla? ¿Decirle porque coño no
fuiste a visitarla al hospital?
Esperé
airada a que respondiera alguna de mis muchas cuestiones.
-Y de
paso me lo puedes explicar a mí – seguí, cuando vi que no tenía nada que
decirme- y a mamá. Por qué nadie te entiende Gael!
-Nunca
nadie lo ha hecho- se limitó a decir.
Negué
con la cabeza frustrada.
-Que te
jodan- lancé el cigarro con todas mis fuerzas, lejos de mí y me obligué a darle la espalda –a pesar del
vació que se extendía en mi pecho-.