miércoles, 30 de abril de 2014

1.

Nicotina de madrugada.



Me lloriqueaban los ojos y tenía las manos entumecidas por el frío, pero aun así me negué a tirar el cigarro a medio acabar que sujetaba entre los dedos. Aparté un mechón de pelo color ceniza que se había colocado entre mis labios y miré la calle. Estaba deshabitada y fría. Nadie quería recorrerla a estas horas de la madrugada pero yo necesitaba despedirme de ella y sobre todo estar sola.
El frío era tan intenso que bloqueaba cualquier otro pensamiento que no fuera; “Que puto frío hace aquí fuera”.
-¿Tampoco puedes dormir?
La voz de  Gael me sorprendió detrás de mí y me sentí alegre durante unos pequeños instantes que no duraron demasiado.
 Lo escruté con la mirada mientras se encendía un cigarro – la nicotina acechaba mi familia desde hacía mucho tiempo-y  se acercaba a paso lento.
-¿Qué haces aquí?- pregunté osca.
Conteniendo mis temblorosas manos y el corazón acelerado.
-Lo mismo que tu- levantó el cigarro mientras echaba el humo por la boca y sonreía.
-Puedes apostar a que no- dije irónica.
Volví a posar la mirada en un punto muerto.
-No seas así conmigo.
-¿Cómo quieres que sea?
-Ya he dicho que lo siento.
Lo miré y había perdido la sonrisa.
 Llevaba la misma cazadora de cuero negro de todos los años, aun desgastada y rota no dejaba de ponérsela ningún invierno desde que se la compró- con los ahorros de un verano de trabajo-  y el casco de la moto le colgaba del brazo. Tenía el mismo aspecto que siempre excepto por las ojeras que rodeaban sus ojos.
Suspiré cansada de esta situación.
-No es a mí a quien tienes que pedirle perdón.
-No puedo.
Sentí como la rabia crecía en mi interior y me rasgaba la garganta intentando salir.
-¿Qué cojones no puedes?- chillé -¿Ir a ver a Keila? ¿Saludarla? ¿Decirle porque coño no fuiste a visitarla al hospital?
Esperé airada a que respondiera alguna de mis muchas cuestiones.
-Y de paso me lo puedes explicar a mí – seguí, cuando vi que no tenía nada que decirme- y a mamá. Por qué nadie te entiende Gael!
-Nunca nadie lo ha hecho- se limitó a decir.
Negué con la cabeza frustrada.

-Que te jodan- lancé el cigarro con todas mis fuerzas, lejos de mí y me obligué a darle la espalda –a pesar del vació que se extendía en mi pecho-.